Sonia Aparicio @soniaparicio
Si alguien se preguntó alguna vez —yo, sí— cómo sería una guerra en el primer mundo en el siglo XXI, ya la tenemos aquí. Una guerra silenciosa, con miles de muertos y muchas más víctimas colaterales, como ocurre en todas las guerras. Aún no hemos terminado de enterrar a los nuestros y los afectados son incalculables. Centenares de miles de personas, con nombres y apellidos, no saben qué será de sus vidas ni durante ni después del brutal parón económico que la pandemia ha provocado ya, cuando aún no ha iniciado la retirada ni sabemos tampoco cuándo lo hará. ¿Crisis? ¿Emergencia? ¿Colapso? ¿Hundimiento? ¿Crack? Repaso mentalmente los sinónimos y pienso que ninguno de estos términos refleja la gravedad del momento que estamos viviendo. ¿Cómo lo recogerán los libros de historia? A mí, solo la grafía de la COVID-19 ya me resulta aterradora, disfrazada de contraseña antihackeo (más de seis caracteres, incluyendo mayúsculas, números y un carácter especial) para que no nos acerquemos ni siquiera para cambiarle el nombre.