Sorpresa, sorpresa

Publicado en revista Anuncios el 24.02.2020

Sonia Aparicio @soniaparicio

Durante muchos años he escuchado la manida afirmación de que «Internet es el futuro» —hay, incluso, quien sigue diciéndolo hoy— . Y no en boca de cualquiera. Lo han repetido sin rubor, como un mantra y hasta la saciedad, importantes editores y profesionales de la comunicación en toda conferencia, congreso, presentación y eventos varios en los que hubiera que demostrar estar al día en las últimas tendencias y cierta dosis de modernidad. Me sorprendía, y mucho, porque Internet era ya entonces el presente tiempo ha. Para no perder la perspectiva: desde los años 90. Sirva de ejemplo la cabecera de esta revista, que estrenó web allá por 1996. La primera tarifa plana en España data —¡oh, sorpresa!— de octubre de 1999. Veintitantos, que no es poco. Si fuera humano, aquí hace tiempo que podría votar; en EEUU incluso ya bebería alcohol.

«LO» digital llegó con nombre de estrella de cine a nuestras vidas y hoy ya no es una tendencia, es una realidad. «LO» hemos integrado plenamente en todas las capas de nuestro día a día, personal y profesional. Como nos levantamos y acostamos móvil en mano, no nos sorprende en absoluto que los protagonistas de Parásitos vivan en la inmundicia e insalubridad, para nosotros más propias de eras analógicas, pero sin soltar el smartphone ni siquiera para ir al baño.

No sorprende, tampoco, que ya se hable de la era posdigital, que no es otra que la de la presencia constante de todo «LO» digital en nuestra vida, bajo la premisa de que la transformación digital ya se ha producido y, por tanto, la tecnología deja de ser un elemento diferenciador. Esa innovadora teoría se torna en la práctica en una nueva sorpresa porque —la realidad es tozuda— aún hay empresas y personas, públicas y privadas, sudando la gota gorda por coger el tren de la digitalización.

Cada vez será mayor la distancia entre quienes hayan cogido el tren antes o después, en un mundo en el que la tecnología avanza mucho más rápido de lo que somos capaces de asimilar. Quien no se levanta cada día con actitud de cambio y aprendizaje constante siente que todo está patas arriba. ¿Por qué aparece una versión 6.7 mientras estamos aprendido y explotando aún todas las posibilidades de la 6.6? Cuando la constante es el cambio, la ecuación en su conjunto se convierte en la eterna variable.

Sorprende también que hayamos tenido que esperar a la mayoría de edad de «LO» digital para que la inversión en este medio se haya impuesto sobre el resto. Y sorprende aún más que hasta ahora no se hubiera medido la inversión publicitaria en redes sociales, ese tragabolas insaciable que acapara desde hace tiempo gran parte de la conversación. Una conversación en la que algunos periodistas, marketeros y publicitarios se sienten aún un poco incómodos, porque el usuario cobra vida propia y escapa a cualquier control. Oh, sorpresa, las redes se llevan más de 800 millones de euros.

Bienvenidos sean los nuevos datos a un sector que necesita medir y analizar, cada vez más, para optimizar al máximo sus inversiones. La comunicación encuentra hoy más retos que nunca, con audiencias múltiples y muy fragmentadas. Bendito sea «LO» digital, que nos permite dirigirnos directamente a cada lector, cada cada cliente, cada usuario. Un usuario hiperexigente e hiperconectado en un entorno de ruido e infoxicación nunca antes conocido.

El target ya no es uno, sino cientos de miles que, además, cada vez valoran y protegen más su privacidad. No caben todos en el mismo saco. Ni valen todos lo mismo. ¿Para cuándo la calidad de la audiencia frente a cantidad nos va a importar más? Algunos ya lo medimos. Sorpresa, sorpresa.