Sonia Aparicio @soniaparicio
No me da la vida para tanto webinar y evento digital. Y ya imagino que no soy la única. El confinamiento ha obligado a buscar soluciones alternativas para un sector, el de los eventos, que mueve grandes inversiones directa e indirectamente: casi 12.000 millones de euros y 83.000 puestos de trabajo, según datos de Events Industry Council y Oxford Economics relativos a 2017.
Dicen las teorías del buen management que toda dificultad abre una ventana de oportunidad, y la única escotilla que ha quedado de par en par durante el confinamiento ha sido la digital. Pero la proliferación desmesurada de eventos y seminarios on line ya es motivo de sorna y chascarrillo entre profesionales de todas las disciplinas, con las bandejas de entrada rebosantes de mensajes de distintos remitentes pero idéntico asunto: “PRÓXIMO WEBINAR. ¡Apúntate ya!”.
El algodón no engaña, rezaba el eslogan que Pere Montalà puso durante 15 años en boca del mayordomo de Tenn. El incremento en tiempos de reproducción y transmisiones en directo ha reportado a YouTube un incremento del 33% en los ingresos de publicidad del primer trimestre (4.000 millones de dólares, en total), en comparación con el mismo trimestre del año anterior. Hasta 800 millones de usuarios se han congregado cada día en Facebook para asistir, en vivo y en directo, a conferencias, conciertos o clases deportivas, por citar solo parte del inmenso catálogo que ya conocemos todos; y el uso de los directos de Instagram —una funcionalidad disponible desde 2016— ha crecido hasta un 90% desde el inicio del confinamiento. Zoom registró en abril 300 millones de participaciones en reuniones digitales (fueron poco más de 10 millones en el mismo periodo de 2019).
Vaya por delante que siempre he aplaudido y en muchas ocasiones incluso probado yo misma todo lo que a priori parecía aportar nuevos métodos y canales para la innovación y el cambio. Pero el auge del webinar está siendo un déjà vu. Porque —hagamos autocrítica— todo lo manoseamos y utilizamos sin medida ni control hasta agotar al personal, sin tener siempre presentes los principios básicos de la buena comunicación: contenido de calidad, contenido relevante, contenido atractivo, interesante y de utilidad para el receptor. Calidad, relevancia, atracción, interés y utilidad en todos los planos: el porqué, el qué, el quién y el cómo, y con el formato y la narrativa que precisa el dónde (en este caso, la ventana digital). Como ocurre siempre en mitad del ruido ensordecedor, aquellos que ofrezcan un producto de calidad que no defraude serán los amos del formato.
He abandonado algún webinar que me pareció irresistible en su convocatoria pero resultó insatisfactorio nada más arrancar, porque conectar el ordenador, encender la webcam y empezar a hablar es algo que hoy puede hacer cualquiera; hacerlo bien, no. Las dotes de comunicación de presentadores, ponentes y moderadores y el ritmo que imprimen unos y otros es una cuestión tan importante o más que el tema a tratar, ya sea un seminario o una gala. Y mientras ya hay voces que apuntan hacia soluciones híbridas para combinar lo presencial y lo digital en la nueva normalidad —señalando también la tramposa ventaja del ahorro en costes operativos y de producción—, conviene recordar que el mejor evento digital no alcanzará jamás los objetivos ni la conexión emocional que genera el contacto físico.
En PPSLU también hemos tenido nuestro espacio virtual para comunicar los ganadores de Los Anuncios del Año. Porque los mejores creativos y empresas de 2019 merecían conocer el fallo de nuestros jurados. Pero estén atentos: mantenemos intactos el empuje y la ilusión para desplegar la alfombra roja que honrará a nuestros ganadores en la gran gala de la creatividad que está por llegar.