Publicado en revista Anuncios el 24.04.2020
Sonia Aparicio @soniaparicio
La primera vez que entré en una redacción tenía el corazón en un puño. Era el 1 de julio de 1993. Aquel día crucé la puerta de Pradillo 42 con la intención de comerme el mundo. El Mundo. Allí publiqué mi primera noticia, mi primer reportaje, mi primera entrevista y vi mi nombre por primera vez en una portada (que aún conservo).
Fue una gran escuela donde dar mis primeros pasos, antes de danzar por muchos otros sitios para volver después al mismo lugar e incorporarme a una edición digital que estaba naciendo. En elmundo.es viví 14 años apasionantes, aprendiendo y creciendo profesionalmente al mismo tiempo que se desarrollaba y crecía Internet.
He sido una privilegiada. He conocido redacciones donde recibíamos teletipos en papel, cuando localizaba a mi compañero —también periodista, entonces en la misma redacción— a través de un busca, que vete tú a saber dónde y detrás de qué historia andaba y si me devolvería o no la llamada para poder irnos a cenar. Estaba en el turno de noche cuando llegó la histórica fotografía en la que Yaser Arafat e Isaac Rabin sellaron ante Bill Clinton un acuerdo de paz que luego quedó en papel mojado. Estaba en una redacción digital muchas mañanas, temprano, en las que ETA volvía a matar. Estaba también cuando un breakingnews anunció que ardía una de las Torres Gemelas, aún no se sabía por qué; y cuando, tras encender en ese mismo momento la televisión, decenas de compañeros veíamos en directo cómo un avión se estrellaba contra la segunda torre. El 11-M, el Prestige, los Juegos Olímpicos, los Oscar, elecciones generales y autonómicas… En la sección de Especiales Multimedia trabajábamos mucho y nos divertíamos aún más. Yaiza, Mario, Virginia, Salu, Raquel, Giulio y Chus son hoy mi mejor grupo de Whatsapp.
En Pradillo 42 (y después en la avenida de en San Luis) aprendí de grandes y maravillosos maestros. Allí me enamoré. De personas. De la profesión. De mis compañeros. De la vida.
Y a partir de 2008 todo cambió. La crisis financiera mundial provocada por el estallido de la burbuja inmobiliaria estadounidense convulsionó los medios de comunicación, que aún no habían explotado todas las posibilidades comerciales del negocio digital y que tampoco supieron hacerlo después.
Tras numerosos ERE que han mermado las redacciones y con los retazos de aquella crisis aún en el ambiente, los medios han buscado desde entonces nuevas fórmulas y estrategias (integración de redacciones, primero; separación y priorización del papel, después; muros de pago y continuas ofertas para suscriptores…) en busca de reinventar un modelo de negocio que ya nunca será el mismo, ni en las redacciones ni en los departamentos comerciales. La inversión publicitaria es lo primero que se resiente en una crisis. La de 2008 queda para los libros de historia del periodismo como el gran punto de inflexión en el sector. Y el COVID-19 llega ahora pasa asestar un nuevo golpe mortal.
Preparando el reportaje sobre la incidencia de esta crisis en los medios que se publica en este número, quise contrastar un dato con el gran Pedro G. Cuartango —para quien no le suene el nombre, peso pesado del periodismo español—. “Sonia, cómo ha cambiado todo”, me decía, tras preguntarnos mutuamente cómo estábamos, qué tal la familia, afortunadamente todos bien… “Cada vez que llega una gran crisis, siempre nos parece ridícula la anterior”, le dije yo. Charlamos en confianza y nos emplazamos a vernos pronto, tal vez en la presentación de su libro, que al decretarse el estado de alarma tuvo que aplazar. Besos para todos, cuídate…
Aquel periodista al que localizaba a través de un busca me repite muchas veces: “Volvería a un periódico hoy mismo”. “Echas de menos algo que desde hace tiempo ya no existe”, le digo yo. Con la nostalgia de que en el caso de la prensa, sí, cualquier tiempo pasado siempre fue mejor.